Cuando pensamos en la vejez, muchas veces la imaginamos como una etapa tranquila, dedicada al descanso, al disfrute de los nietos o a finalmente perseguir aquellos hobbies postergados durante años. Pero la realidad para miles de adultos mayores en México es muy distinta. Detrás de las canas y las arrugas, se esconde una problemática creciente y urgente: la salud mental.
La cara invisible del envejecimiento
Según la Encuesta Nacional de Salud y Envejecimiento en México (ENASEM), entre el 15% y el 20% de los adultos mayores presentan síntomas depresivos. Esta cifra no solo es preocupante, sino que también supera con creces el promedio mundial, que ronda el 7%. Y no es todo. Estudios recientes señalan que, tras la pandemia, los síntomas depresivos en este grupo etario aumentaron del 26.4% al 35.5%.
Sí, más de un tercio de los adultos mayores en nuestro país vive con una tristeza persistente, con ansiedad, con una sensación de vacío… y, lo más alarmante: muchos de ellos lo enfrentan solos y sin diagnóstico formal.
¿Por qué sucede esto?
Hay múltiples factores detrás del deterioro de la salud mental en la vejez. Uno de los principales es la desigualdad social y económica. Muchos adultos mayores en México sobreviven con pensiones que representan menos del 20% de su último sueldo. Esta situación genera inseguridad, dependencia y angustia constante. La salud física también juega un papel importante, pues enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión están estrechamente relacionadas con trastornos como la depresión.
Además, la soledad y el aislamiento son grandes enemigos del bienestar emocional. Con el paso del tiempo, las redes sociales se achican: los amigos se van, los hijos tienen sus propias vidas, y el mundo digital puede resultar lejano y confuso.
Rompiendo mitos sobre la vejez
Patricia Bustos, psicogerontóloga y miembro del programa Gerópolis de la Universidad de Valparaíso, ha trabajado durante años con personas mayores y señala algo contundente: “Los mayores prejuicios sobre la vejez, muchas veces, los tienen los propios adultos mayores”.
La sociedad tiende a ver la vejez como sinónimo de dependencia, improductividad o mal humor. Se cree erróneamente que ya no pueden aprender cosas nuevas, que no tienen deseos sexuales, que su opinión ya no cuenta.
¡Falso! Hoy sabemos, gracias a la neurociencia, que el cerebro conserva una enorme plasticidad hasta edades muy avanzadas. Los adultos mayores pueden estudiar, crear, enamorarse, bailar, aprender a tocar un instrumento o a usar redes sociales. La edad no es una limitante: lo son nuestros prejuicios.
¿Qué podemos hacer como sociedad?
La salud mental de las personas mayores debe convertirse en una prioridad pública. En México hay solo un poco más de mil geriatras certificados, lo que significa que, en promedio, cada uno atiende a más de 15,000 adultos mayores. Esto hace casi imposible brindarles una atención digna y personalizada.
Necesitamos políticas públicas enfocadas en el bienestar emocional del adulto mayor:
- Programas de detección temprana de trastornos mentales.
- Acceso gratuito y cercano a servicios de salud mental.
- Espacios comunitarios para la recreación, el aprendizaje y la interacción social.
- Educación para combatir el edadismo (discriminación por edad).
- Inclusión digital: ¡los adultos mayores también tienen derecho a navegar!
¿Y qué puedes hacer tú?
Si tienes adultos mayores en tu familia, la clave es simple: estar presentes. Llama, visita, pregunta cómo se sienten. Invítalos a caminar, a ir al cine, a unirse a un curso o taller. Escúchalos. No les impongas tus ideas sobre lo que «deberían» hacer. Respeta su autonomía y decisiones.
Y si tú estás entrando o ya vives la tercera edad, recuerda esto: nunca es tarde para empezar de nuevo. La vida no se detiene a los 60, 70 o 80. Si siempre quisiste escribir un libro, ¡hazlo! Si soñaste con pintar, bailar, estudiar historia del arte, viajar… aún puedes.
Haz ejercicio, aliméntate bien, rodéate de personas que te nutran emocionalmente. Aprende algo nuevo. Rompe con el estereotipo de “viejo” que la sociedad ha creado.
Envejecer no es una condena, es un privilegio
No todas las personas llegan a la vejez, y quienes lo hacen deberían ser celebradas y protegidas. Como dice la Organización Mundial de la Salud: “Envejecer de manera saludable significa ser capaz de hacer, durante el mayor tiempo posible, las cosas que damos valor”.
La vejez no debe ser sinónimo de enfermedad o tristeza. Puede ser una etapa rica en significado, libertad y crecimiento personal. Pero para eso, necesitamos construirla —individual y colectivamente— con respeto, inclusión y amor.
¿Y tú, cómo te estás preparando para tu vejez? ¿Qué cambios crees que debemos impulsar como sociedad para hacerla más digna y feliz? Comparte tu experiencia en los comentarios.
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