El estilo de vida y la alimentación han cambiado radicalmente en México en las últimas décadas. De una dieta tradicional basada en ingredientes locales y altamente nutritivos, hemos pasado a una alimentación caracterizada por productos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas, azúcares y sodio. Este cambio, lejos de ser un simple ajuste de hábitos, ha tenido consecuencias profundas en la salud pública, especialmente en los adultos mayores.
Juana Ivette Ramírez Villalobos, licenciada en Enfermería con especialidad en Cuidados Intensivos, maestra en Sociología de la Salud y con formación en Administración Gerontológica, destaca esta problemática en su artículo “Síndrome metabólico en adultos mayores y dieta de la milpa”, publicado en la Revista Universitaria. En él, hace un llamado urgente a regresar a nuestras raíces alimenticias como una forma eficaz y sostenible de combatir las enfermedades crónicas que afectan a las personas de edad avanzada.
¿Qué es el síndrome metabólico y por qué nos debe preocupar?
El síndrome metabólico no es una enfermedad en sí, sino un conjunto de condiciones médicas que ocurren simultáneamente, aumentando el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y otros problemas de salud. Entre los factores que lo componen se encuentran:
- Hipertensión arterial
- Niveles elevados de glucosa en sangre
- Exceso de grasa corporal, especialmente abdominal
- Altos niveles de triglicéridos
- Colesterol HDL (colesterol “bueno”) bajo
En México, este síndrome afecta a una proporción alarmante de adultos mayores. De hecho, es uno de los principales motivos de saturación de los servicios de salud pública, lo que revela una necesidad urgente de intervenir desde la raíz del problema: los hábitos alimenticios.
De la dieta tradicional a la industrialización alimentaria
Antes de la colonización y del desarrollo urbano-industrial, la alimentación en el territorio mexicano se basaba en una combinación de ingredientes locales, accesibles y altamente nutritivos. Este modelo alimenticio, hoy conocido como “la dieta de la milpa”, gira en torno a cuatro pilares fundamentales: maíz, frijol, calabaza y chile, a los que se suman frutas, hortalizas, hierbas y otros alimentos de origen local.
Sin embargo, el cambio hacia una alimentación “moderna” ha implicado la pérdida gradual de esta dieta tradicional. Hoy en día, los supermercados están llenos de productos procesados y bebidas azucaradas que, aunque accesibles y rápidos de preparar, carecen del valor nutricional adecuado y generan dependencia alimentaria poco saludable.
Ramírez Villalobos señala que esta transformación está directamente relacionada con un alto grado de desinformación alimentaria: muchas personas no conocen el impacto de su dieta en su salud o simplemente no han tenido acceso a una educación nutricional adecuada.
La dieta de la milpa: tradición, nutrición y salud preventiva
Adoptar nuevamente la dieta de la milpa no es simplemente un gesto de nostalgia cultural. Se trata de una estrategia concreta y efectiva para mejorar la salud de la población, especialmente en edades avanzadas.
Esta dieta ofrece múltiples beneficios:
- Reducción del colesterol y los triglicéridos
- Mejor control de la glucosa en sangre
- Estabilización de la presión arterial
- Prevención del sobrepeso y la obesidad
- Aporte equilibrado de proteínas, vitaminas, minerales y fibra
- Bajo impacto ambiental
- Apoyo a la economía local y a los pequeños productores
Los alimentos que componen esta dieta —como el maíz nixtamalizado, los frijoles, las calabazas, los chiles, las quelites, nopales y diversas frutas locales— son una fuente rica de energía, antioxidantes y compuestos bioactivos que favorecen la salud metabólica.
Además, su preparación tradicional, lejos del exceso de aceites refinados y azúcares añadidos, promueve una alimentación más natural y menos agresiva para el organismo.
¿Qué se necesita para recuperar esta herencia alimentaria?
Ramírez Villalobos propone que este cambio no solo debe venir de la conciencia individual, sino de un esfuerzo conjunto entre sociedad y gobierno. Es fundamental:
- Promover programas de educación alimentaria en escuelas, centros comunitarios y centros de salud.
- Desarrollar políticas públicas que incentiven el consumo de productos locales y regulen la publicidad de alimentos procesados.
- Invertir en la capacitación de profesionales de la salud para que integren el enfoque tradicional en las recomendaciones nutricionales.
- Fomentar huertos urbanos, mercados locales y cooperativas rurales.
- Incluir la alimentación tradicional en los servicios de alimentación institucional (comedores escolares, hospitales, asilos).
Envejecimiento saludable: una meta alcanzable
El envejecimiento no debe ser sinónimo de enfermedad ni de deterioro. A través de cambios accesibles como la adopción de una dieta más natural y equilibrada, podemos mejorar la calidad de vida de los adultos mayores, reducir la carga sobre los sistemas de salud y rescatar una parte fundamental de la identidad cultural mexicana.
Como concluye Ramírez Villalobos, es imperativo desarrollar estrategias integrales de salud y políticas públicas inclusivas, que reconozcan la relación entre alimentación, cultura y bienestar. Volver a nuestras raíces no es retroceder: es avanzar hacia un futuro más saludable, sostenible y digno para todas y todos.
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