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Crece el abandono de nuestros adultos mayores

El abandono de personas adultas mayores es un fenómeno que en los años recientes se ha incrementado de manera alarmante en el país, lo que se ha podido comprobar también en el estado de Durango, sobre todo cuando nos enteramos de noticias en las que se informa que ancianos o ancianas fueron encontrados sin vida dentro de sus domicilios, debido a que la mayoría de estas víctimas viven solas, lo que agrava su situación en virtud de que fallecen sus parejas y, además, no hay algún familiar que se encargue de cuidarlos para proveerlos de lo indispensable para su subsistencia.

También, por supuesto, existen muchos casos en los que los familiares que les sobreviven (que van desde hijos a los nietos) se muestran renuentes a vivir con ellos, por todo lo que representan sus cuidados, principalmente si el adulto o la adulta mayor padece enfermedades que le imposibilita valerse por sí mismo, un aspecto al que muchos le sacan la vuelta ya que esto implica dedicarles más tiempo, algo a lo que muy pocos están dispuestos a sacrificar, por lo menos, unos minutos al día, máxime si hay que estar cerca de ellos todos los días, para acercarles la alimentación y las medicinas que requieren para tener una calidad de vida aceptable.

Aparte de ello, hay personas de la tercera edad que precisan de atención más específica, para actividades como el baño ya sea en la regadera o en otro espacio, en una jornada donde se requiere una infinita paciencia a prueba de todo y un amor incondicional para satisfacer las necesidades más básicas para contribuir a que su higiene personal les permita experimentar ese cariño genuino, no forzado, por el lazo sanguíneo que los une, de tal forma que el cuidador entregue el mejor de sus esfuerzos y su tiempo simplemente por el hecho de ver que su padre o su abuelo reciben la atención adecuada a sus circunstancias.

Sin embargo, en la realidad, en la práctica, podemos constatar que un porcentaje muy elevado de adultas y adultos mayores son abandonados a su suerte, sin el mínimo nivel de atención que merecen luego de que entregaron todo su amor, todo su esfuerzo y sus ingresos económicos para que a los hijos e hijas no les faltara nada dentro del hogar.

No obstante, pocos hijos e hijas retribuyen con algo para que su madre o su padre, una vez que llegan a la ancianidad y ya no pueden valerse por sí mismos, sean atendidos en sus necesidades más elementales y que van desde la alimentación y el abasto de los medicamentos que requieren para mantener bajo control las enfermedades que puedan padecer.

Es más, en casos extremos, muchos nos hemos enterado de cómo una cantidad significativa de personas de la tercera edad, no conforme con dejarlas abandonadas, son agredidas verbal, física y hasta psicológicamente por quienes se supone deberían velar por su integridad física y su salud emocional.

De manera lamentable, en esos casos ocurre lo contrario, en una actitud de ingratitud, de insensibilidad y de inhumanidad, en escenas que condenamos por el alto nivel de falta de todo sentimiento de compasión que puede llegar a experimentar alguien que tiene la obligación moral de cuidarlo y protegerlo de cualquier riesgo que represente una amenaza para su calidad de vida.

La realidad nos demuestra que son pocos los hijos y los familiares más allegados que se preocupan por los adultos mayores, situación que tiene su origen en esa carencia, en esa ausencia de valores morales que no se inculcaron en el hogar en su oportunidad para sensibilizar a los vástagos en el sentido de que los ancianos y las ancianos tienen derecho a ser cuidados por los hijos e hijas, luego de que ellos (los padres y las madres) entregaron lo mejor de sí por la sangre de su sangre.

Así que, por estricta justicia, los hijos e hijas tenemos esa honrosa misión (aunque en ocasiones se ve y se toma como una obligación o, en casos extremos, como una pesada carga) de proteger a nuestros padres que han llegado a una edad en la que es muy complicado el desplazamiento físico y la capacidad de realizar muchas actividades si no es con la ayuda de una noble y desinteresada mano que se extiende sin condición alguna.

Y es que resulta muy doloroso observar cómo muchos ancianitos y ancianitas ven transcurrir el tiempo solos en sus casas, abandonados, casi esperando y suplicando que el Creador se acuerde de ellos para descansar en otro plano existencial ante la indiferencia de sus familias que los dejaron a su suerte.

Algo debemos hacer para cambiar el futuro de esos adultos mayores que hasta sienten temor de llegar a esa edad, porque muchos de ellos viven solos, así que se las tienen que ingeniar para satisfacer todas sus necesidades, y aunque las materiales pueden cubrirlas porque tal vez cuenten con una pensión digna, lo cierto es que la más grande de las necesidades, que es la de amor y afecto, además de la de gratitud, quedan al margen, porque no siempre hay un hijo, una hija, o tal vez un nieto o nieta que se acuerden de ellos para recordarles cuán importantes han sido en sus vidas.

Finalmente, recordemos, amable lector(a), que, tarde o temprano, todos tenemos la expectativa de llegar a la tercera edad, así que también estamos expuestos a ser olvidados por nuestras familias, de ahí que debemos fomentar el cuidado y la gratitud a quienes necesitan una mano solidaria cuando están en los últimos años de su existencia.

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